No son pocas las ocasiones en las que el Olympiacós ha demostrado que sus actividades no se limitan solo al deporte, sino que forma parte de la vida diaria y de nuestra sociedad. No solo se trata de jugar en los terrenos deportivos, sino de aportar gestos fuera de ellos.
Y un ejemplo de ello es el caso de un pequeño amigo del equipo que estudia en un colegio lejos de la cuenca del Ática y cómo un sencillo gesto puede hacer que un niño pequeño llore de alegría, sintiendo la necesidad de olvidarse un poco de la rutina diaria y el Olympiacós aportó su sentimiento en ello. Todo comenzó cuando una maestra del colegio referido, envió el siguiente mensaje:
«Resulta que tengo en mi clase a un alumno que es un seguidor apasionado de su equipo. Lo adora, se entusiasma tan solo al oír el nombre. Pero este chico tiene dificultades de aprendizaje y además problemas de movilidad. Antes de la reapertura de los centros educativos, a la madre de este chico le diagnosticaron cáncer de pulmón. La noticia fue muy dura para toda la familia y en consecuencia tuvo que aislarse como es sabido. A causa de su condición, el chico había desarrollado un vínculo especial con la figura materna. Por tanto, el aislamiento fue un duro golpe para nuestro pequeño amigo.»
La maestra buscaba la manera de dar alegrías a su pequeño alumno, a través del Olympiacós. Como no, el Olympiacós correspondió a la petición y nuestro pequeño amigo recibió sus regalos rojiblancos, que le hicieron llorar de alegría tal como comunicó la maestra:
«Vi por primera vez lágrimas de alegría en sus ojos.»